miércoles, 8 de diciembre de 2010

ANTENA CERO. Científicos desmienten que una famosa roca marciana contenga rastros de vida.

En diciembre de 1984 una expedición del Instituto Smithsoniano descubrió en la Antártida un trozo de roca proveniente de Marte. Durante años se especuló con que algunas de las huellas grabadas en ese trozo de diogenita de color marrón oscuro se debían a la acción de seres vivos de origen marciano, pero un nuevo estudio ha arrojado resultados que contradicen esa teoría: la muestra se habría contaminado en la Tierra.
 
La historia del meteorito de origen marciano ALH84001 no tiene nada que envidiarle al argumento de un culebrón de la tarde. Después de que la NASA -en 2009- anunciase que el trozo diogenita de color marrón oscuro de casi dos kilogramos de peso llegado a la Tierra hace unos 13.000 años podía contener “restos fósiles de microorganismos que vivieron en el planeta Marte”, todos esperamos ansiosos que las sondas enviadas al Planeta rojo confirmasen que, en algún momento, nuestro vecino planetario tuvo vida. Sin embargo, la realidad parece ser bastante más compleja... y decepcionante: según un nuevo estudio, las marcas encontradas en el escombro marciano se produjeron en nuestro planeta.
 
Atrapado por nuestro planeta
 
Repasemos un poco la historia, desde el principio. Hace unos 4 mil millones de años se formó, en un Marte primigenio, una gran cantidad de material rocoso que al solidificarse proporcionó al planeta una corteza sólida. Pasó el tiempo, y hace aproximadamente unos 16 millones de años, durante uno de los tantos impactos de asteroides y demás cascotes espaciales que sufrió Marte, un trozo de esa corteza salio despedido con tanta velocidad que logró escapar de su pozo gravitatorio. Después de vagar por el espacio durante unos 13.000 años, el trozo de corteza marciano fue atrapado por el campo gravitatorio de nuestro planeta.
 
Seguramente era un trozo bastante grande, que al ingresar a alta velocidad en nuestra atmósfera se fragmentó en pedazos más pequeños. En diciembre de 1984, una expedición del Instituto Smithsoniano descubrió en la Antártida un trozo de roca que no encajaba -geológicamente hablando- en la zona del hallazgo. Tras realizar sesudos análisis, se determinó que se trataba de un meteorito proveniente de Marte, al que se bautizó como Allen Hills 840001. Puede parecer extraño que una roca alcance la velocidad de escape de forma “natural”, pero en realidad ocurre con bastante frecuencia. En la Tierra se han encontrado una buena cantidad de rocas lunares y marcianas (unas sesenta) que han cruzado el espacio gracias a ese mecanismo.
 
¿Marcas de bacterias?
 
Los científicos que se dedicaron a analizar ALH84001 descubrieron en la roca unas formaciones que -al menos en apariencia- recordaban a las marcas que suelen dejar las bacterias. Analizando las huellas, encontraron con que estaban compuestas por partículas de carbonatos de tamaño micrométrico, ordenadas en forma de cadenas. El 7 de agosto de 1996 la NASA hizo un anuncio oficial que provocó un gran revuelo en la comunidad científica: era probable que el meteorito en cuestión albergase las pruebas de la existencia de una primitiva forma de vida microscópica que vivió en Marte hace casi 4.000 millones de años. Como suele ocurrir en estos casos, mientras que la NASA utilizaba todos los medios a su disposición para difundir los alentadores resultados, algunos que pensaban que el origen de las cadenas de carbonatos podía ser otro, mucho más mundano y menos interesante, tenían serias dificultades para ser escuchados. 
 
A pesar de todo, en enero de 1998 la revista Science publicó un artículo en se cuestionaba el estudio de la NASA, argumentando que existían claras evidencias de la contaminación del meteorito por el hielo antártico en el que permaneció atrapado durante milenios. La controversia se extendió hasta nuestros días, incluso el año pasado la NASA volvió sobre el tema, y encargó al mismo equipo que había hecho el primer análisis un nuevo estudio. El especialista Dennis Bazylinski, director del grupo de especialistas implicados en ese trabajo, reveló que “los microorganismos que dejaron su huella sobre ALH84001 son efectivamente extraterrestres.”
 
Polvo de la Tierra
 
La noticia fue cubierta por todos los medios, y la NASA lograba así instalar la necesidad de desarrollar nuevas misiones a Marte, para ver si podían encontrarse “in situ” nuevas evidencias de la existencia de vida alienígena. Pero quienes defendían la teoría de la contaminación del meteorito no se quedaron de brazos cruzados. Analizando los carbonatos descubrieron “niveles inusualmente altos de isótopo oxígeno-17”, un átomo de oxígeno que en lugar de los ocho neutrones habituales en su núcleo, posee nueve. Robina Shaheen, una química de la Universidad de California descubrió que este compuesto se encuentra -en altas cantidades- en los granos de polvo de la Tierra
 
A partir de ese dato, Shaheen logró determinar que el ozono de la atmósfera terrestre es capaz de interactuar con los aerosoles minerales que llevan oxígeno del polvo y otras fuentes, para luego formar peróxido de hidrógeno y carbonatos que también poseen esta anomalía del isótopo de oxígeno. En pocas palabras, las cadenas tan prometedoras se originaron aquí, y no en Marte. ¿Es este el final de la historia? No lo sabemos. Es posible que dentro de algún tiempo, cuando el fantasma del recorte presupuestario sobrevuele nuevamente la agencia espacial estadounidense, se “descubra” nuevamente que el vapuleado ALH84001 posee efectivamente la huella de un alien estampada en su superficie. Mientras tanto, y tal como parece haber probado Shaheen, el meteorito no posee muestras de vida marciana.
 
Fuente: ABC.es
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